José de la Cruz

José de la Cruz Fernández (Arapiles), nacido en 1786 y fallecido en 1856, fue un militar español que desempeñó un papel significativo tanto en las Guerras Napoleónicas como en la lucha por la independencia de México. Su trayectoria militar estuvo marcada por su lealtad al rey Fernando VII y su compromiso con el absolutismo, lo que le llevó a tomar partido en la Primera Guerra Carlista. A pesar de sus victorias militares y su reconocimiento por parte del monarca español, su postura política le condujo al exilio en Francia, donde falleció a los setenta años.
La vida de José de la Cruz fue un reflejo de las convulsiones políticas y sociales que marcaron el siglo XIX en Europa y América. Su participación en conflictos bélicos tan distintos como las Guerras Napoleónicas y la independencia de México le permitió adquirir una amplia experiencia militar, lo que le valió el respeto de sus contemporáneos y la admiración de algunos sectores de la sociedad española.
Carrera Militar en España y Nueva España
José de la Cruz inició su carrera militar en España durante las Guerras Napoleónicas. En 1811, ya era general de división y participó en campañas junto al general Cuesta. Su desempeño le valió el reconocimiento del rey Fernando VII, quien lo envió a Nueva España (México) para combatir a las fuerzas insurgentes lideradas por Miguel Hidalgo.
En la Nueva España, De la Cruz se convirtió en un líder militar clave para los realistas. Fue nombrado mariscal de campo y comandante general de las Provincias internas occidentales, donde dirigió exitosas campañas contra los rebeldes. Derrotó a importantes líderes insurgentes como José Antonio Torres (el Amo Torres), José María Mercado y Ruperto Mier en la batalla de Urepetiro, recuperando el puerto de San Blas para los realistas.
Su éxito militar le valió el favor del virrey Francisco Xavier Venegas y fue nombrado presidente de la Real Audiencia de Guadalajara y quinto intendente de Nueva Galicia. En 1813 fundó la Casa de Moneda en Guadalajara, consolidando su influencia en la región. Fue condecorado por Fernando VII con la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica por sus victorias en la guerra de independencia de la Nueva España.
El Cambio de Bandera y el Exilio
Tras la proclamación del Plan de Iguala en 1821, que buscaba la independencia de México, De la Cruz se negó a adherirse al Ejército Trigarante liderado por Agustín de Iturbide. Su lealtad al rey español le impidió aceptar la nueva realidad política en América.
Debido a su postura, tuvo que replegarse a Zacatecas y luego a Durango, donde finalmente capituló ante los independentistas en agosto de 1821. Regresó a España, donde se convirtió en ministro de la Guerra durante dos periodos (1823-1824 y 1824-1826). Al morir Fernando VII en 1833, De la Cruz ocupaba el cargo de Ministro Interino de Marina.
La confianza que Fernando VII tenía en él le valió ser nombrado miembro suplente del Consejo de Regencia tras la muerte del rey. Sin embargo, su postura absolutista y carlista lo llevó a participar en la Primera Guerra Carlista (1833-1840), apoyando la ascensión al trono del infante Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, en contraposición al derecho de su hija Isabel II.
Tras el triunfo del bando isabelino y el Acuerdo de Vergara, que reconocía los empleos, grados y condecoraciones carlistas, De la Cruz ostentó el cargo de teniente general y senador vitalicio. Sin embargo, en 1845 se exilió en Francia, donde falleció en 1856 a la edad de setenta años.
Resumen
José de la Cruz Fernández (Arapiles) fue un militar español que vivió una vida marcada por las guerras y los cambios políticos del siglo XIX. Su lealtad al rey Fernando VII lo llevó a luchar tanto en las Guerras Napoleónicas como en la independencia de México, donde se convirtió en un líder militar importante para los realistas.
Su postura absolutista y carlista le impidió adaptarse a la nueva realidad política que emergía en Europa y América. Finalmente, su exilio en Francia marcó el final de una carrera militar llena de éxitos y controversias. La figura de De la Cruz nos recuerda la complejidad del siglo XIX, un periodo de grandes transformaciones sociales y políticas que dejaron huella en las vidas de muchos individuos como él.
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