Cerro de Guadalupe

El Cerro de Guadalupe, conocido también como Chiguachí por los indígenas muyscas, es uno de los cerros más emblemáticos de Bogotá. Ubicado al oriente de la ciudad, se alza majestuoso con una altura de 3.360 metros sobre el nivel del mar, ofreciendo vistas panorámicas impresionantes de la capital colombiana. Junto a su vecino Monserrate, considerado también un cerro tutelar, Guadalupe ha sido testigo silencioso del desarrollo histórico y cultural de Bogotá, albergando en sus faldas templos religiosos y sitios de veneración que atraen a miles de visitantes cada año.
Su importancia radica no solo en su belleza natural, sino también en su valor histórico y religioso. A lo largo de los siglos, el Cerro de Guadalupe ha sido un lugar de encuentro para las comunidades locales, un espacio de oración y reflexión, y un símbolo de la identidad cultural bogotana.
Características
El Cerro de Guadalupe se caracteriza por su imponente altura y su ubicación estratégica en la ciudad. En la cima del cerro se erige una estatua de 15 metros de altura dedicada a la Virgen María Inmaculada, obra del escultor Gustavo Arcila Uribe, realizada en 1946. Esta figura religiosa es un punto focal para los devotos que acuden al lugar en peregrinación y ofrece una vista panorámica impresionante de Bogotá. Además de la estatua, se encuentra una pequeña ermita consagrada a la Virgen Guadalupe, construida en el siglo XVII y reconstruida varias veces debido a terremotos.
El cerro también alberga un mirador desde donde se puede apreciar una vista panorámica de la ciudad, incluyendo los principales puntos turísticos como el Parque Nacional Natural El Chicó, el barrio La Candelaria y el río Bogotá. La vegetación del Cerro de Guadalupe es diversa, con especies nativas que contribuyen a su belleza natural.
Historia
El Cerro de Guadalupe tiene una historia rica y profunda que se remonta a la época precolombina. Los indígenas muyscas lo llamaban "Chiguachí" y le atribuían un significado religioso importante. Se cree que también era conocido como "pie de abuela", en contraste con el cerro de Tensacá, llamado por los españoles Monserrate, que se conocía como "pie de abuelo".
La primera construcción de la ermita data del año 1656, consagrada a la Virgen Guadalupe en una peregrinación a la cual asistieron las principales autoridades eclesiásticas y civiles el 8 de septiembre de ese mismo año. A lo largo de los siglos, la ermita ha sido destruida y reconstruida varias veces debido a terremotos. El último terremoto significativo ocurrió en 1917, dejando la ermita en ruinas durante décadas.
En 1945, monseñor Jorge Murcia Riaño emprendió la reconstrucción de la ermita, que fue bendecida por el arzobispo Ismael Perdomo. Un año después, se erigió la estatua de la Virgen María Inmaculada en la cima del cerro, obra del escultor Gustavo Arcila Uribe. En 1967, el sacerdote Luis Jiménez construyó la carretera que comunica hasta el cerro, facilitando el acceso para los visitantes.
Acceso y horarios
Para acceder al Cerro de Guadalupe se dispone de microbuses de servicio público que suben todos los domingos por la Avenida de los Comuneros (calle sexta) desde la Avenida Caracas tomando la carretera que conduce hacia el municipio de Choachí y el desvío hacia el cerro en el km 6.7.
Todos los domingos se celebran misas en la ermita en los siguientes horarios: el primer domingo de cada mes se celebran a las 8:00 a. m., 10:00 a. m. y 12:00 m. (con mayor afluencia de feligreses); los demás domingos del mes se celebran a las 9:00 a. m., 10:30 a. m. y 12:00 m.
Resumen
El Cerro de Guadalupe es un lugar de gran importancia histórica, religiosa y cultural para la ciudad de Bogotá. Su belleza natural, su valor simbólico y su rica historia lo convierten en un destino turístico popular que atrae a visitantes de todas partes del país. La ermita, la estatua de la Virgen María Inmaculada y las vistas panorámicas ofrecen una experiencia única e inolvidable a quienes suben a sus faldas.
El Cerro de Guadalupe continúa siendo un lugar de encuentro para las comunidades locales, un espacio de oración y reflexión, y un símbolo de la identidad cultural bogotana. Su legado histórico se mantiene vivo en el corazón de los habitantes de Bogotá, quienes lo veneran como un lugar sagrado y un punto de referencia en su historia.
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